Salir del silencio

Autora: Carmen Sánchez Pasadas

Silencio. Silencio y oscuridad. Oscuridad densa. No sé donde estoy, ni cuanto tiempo llevo en este lugar. El silencio cae sobre mis hombros y me aplasta contra el suelo. El espacio me ahoga. No encuentro nada a lo que aferrarme, nada que me sujete. No hay ningún resquicio de luz, ni abertura que permita entrar el aire.

De repente percibo un pequeño rumor. Siento que hay alguien más. Alguien que me acecha. Contengo la respiración y me encierro sobre mí mismo. Un escalofrío eriza mi piel. Tiemblo. No puedo detener los espasmos, delatando mi posición. No consigo controlarlos. Un sudor frío recorre mi cuerpo, mientras el pánico se apodera de mí. Dejo de respirar.

Pasa un tiempo eterno. Nada se mueve. La tensión entumece mis músculos. Ahora me asusta la ausencia de sonidos. Sigo alerta. Contengo la respiración de nuevo. Entonces noto un susurro, como si algo reptara muy despacio. El ruido se detiene, al momento vuelvo a notar un murmullo sordo. Pasa un tiempo que me parece interminable. El silencio me envuelve otra vez, golpea mi cabeza, me inmoviliza. Me falta el aire. Mi corazón se desboca, pero sólo yo puedo oírlo. Los latidos golpean mi pecho más fuerte, el pulso se acelera. Creo que mis venas van a estallar en cualquier momento. El sudor empapa mi piel nuevamente.

Un ruido persistente me saca del silencio. La luz de la alarma rompe la penumbra y mis temores últimos, devolviéndome a la realidad. En el salón, sobre la mesa, mis ojos tropiezan con los documentos. Y recuerdo: Lucía se marchó ayer con los niños, dejándome los papeles del divorcio y el silencio.

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