Autora: Rosa María Moreno
Podría ser un aforismo pero es un refrán y, como tal, casi siempre será cierto. Tal es la historia de nuestro personaje: un joven alto, guapo, extrovertido, creativo, vitalista.
Tras finalizar sus estudios de Bellas Artes, preciosa carrera pero de futuro laboral incierto, se puso manos a la obra buscando hasta debajo de las piedras un empleo. Era un manitas pintando, le daba a todas las técnicas: paisaje, retrato, acuarela u óleo. Tan pronto pintaba un cuadro como un mural, un retrato o la vieja silla de la abuela. Pero claro, los materiales son caros y hay que pagarlos. Se enteró por un familiar que en un colegio privadísimo, a la sazón regentado por el OPUS, necesitaban un profesor de dibujo. No pagan mucho, ya se sabe que estas sectas son generosas con los suyos, pero los negocios de la OBRA quedan al margen de LA FE. Pero para empezar, aceptó un sueldo pírrico por una jornada laboral muy generosa. ¡Usos y costumbres de este país!
La verdad es que cada jornada era un suplicio, enseñar a niños pijos, mal educados y prepotentes era complicado, sobre todo si tus ideas sobre la didáctica y la formación en general parten de bases más progresistas, orientadas a la creatividad y a la estimulación del alumno para desarrollar sus capacidades artísticas innatas.
A la directora del centro, desde un principio, no le cayó bien. Su larga melena y tupida barba, sus camisetas informales decoradas con algunas consignas subversivas, pendiente y pulseras de cuero, no cuadraba con la estética del Colegio Santísimo no Sé Qué. Le increpaba cada día por sus métodos de enseñanza, demasiado modernos y alejados de las normas del centro. El síndrome del quemado comenzó a hacer mella en Álvaro que así se llama nuestro protagonista. Era obvio que entre muestro joven profesor y la directora, la química no funcionaba, o mejor dicho, sí, pero con unas mezclas de elementos explosivos. Aunque en el fondo La dire admiraba las habilidades artísticas de Álvaro, no le quería en su plantilla. Le preocupaban las quejas de los papás adinerados y poderosos que con frecuencia venían a su despacho para quejarse sobre las tácticas formativas del joven profesor, pues observaban en los cuadernos de los niños unos dibujos muy raros casi tan raros como los comentarios de los niños al respecto, demasiado libertarios y transgresores. Así que cuando finalizó el curso, llamó a Álvaro a su despacho para comunicarle su despido.
—Álvaro, no te voy a renovar el contrato, lo siento, no encajas en el perfil del docente que nos interesa.
Fue como una parte de esa fuerza que siempre quiere hacer el mal y que siempre acaba haciendo el bien. Quizás fuera el caso de la directora, una persona sin escrúpulos con los que no comparten sus valores, pero que intuyen que el porvenir de un artista como Álvaro, no está en un colegio de esas características.
Lejos de abrumarse, Álvaro se sintió liberado de la opresión que sufría cada día teniendo que aceptar criterios docentes que no compartía.
Su alma gemela, Valeria, una joven tan enamorada como audaz, decidió también dejar su trabajo para ir a casarse con el amor de su vida y formar una empresa juntos. Un matrimonio muy joven e ilusionado, tanto como el negocio que comparten cuya actividad principal es la organización de eventos, carteles y decoración en general.
Fabrican de forma artesanal, con los diseños de Álvaro y las manualidades de Valeria, todo tipo de objetos personalizados, desde un llavero hasta una tarta nupcial, pasando por los típicos regalos de cumpleaños, bodas, jubilaciones, comuniones, etc., todo lo que a cualquier friki de nuestra sociedad frívola, consumista y excesivamente personalizada se le pueda ocurrir. ¡Chapó a las valientes iniciativas llenas imaginación y creatividad! Sin duda son un ejemplo de LIBERTAD.