Delito en cadena

La avaricia, detalle de Los siete pecados capitales de Brueghel el Viejo

Autora: Amalia Morales Montalbán

Sonaban las chapas en lo alto del cobertizo que había junto a la casa de Dª Manuela, nacida en un pueblecito de la Alpujarra granadina, lugar tranquilo donde se crió. Su vida estuvo llena de mimos y atenciones al ser hija única. En el pueblo los apodaban los “ joyitas”, su abuela, su madre y posteriormente su hija, siempre estaban envueltas en alhajas, pendientes, collares de perlas, pulseras, sortijas y un broche que otro de diamantes y brillantes heredado de sus antepasados. Ahora a su avanzada edad su única afición era verlas día tras día.

Cándido su vecino planeaba desde hacía tiempo como poder entrar a su casa y hacerse con aquel arsenal de lujosas joyas. No se dejo esperar guiado por un impulso irrefrenable al ver a la hija de Dª Manuela cerca del cobertizo con un gran cordón y una medalla de oro preparando un gran ollón de comida para sus cerdos.

Saltó por la tapia, entró por una ventana y con premura lleno sus bolsillos junto a su boina de todas las ahajas que pudo recopilar. Dª Manuela reposaba en su silla de ruedas, el ruido la despertó y con todas sus fuerzas gritó y gritó.

__ ¡Al ladrón! Cándido huyó por una ventana saltando como pudo en las chapas que había en lo alto del cobertizo, estas se despegaron y se partieron cayendo justo encima del perro que descansaba apaciblemente. El animal se llevó tal susto que salió espavorido con un collar de perlas entrelazado en las orejas. Su hija venía en ese momento con el perolón hirviendo, chocó con el pobre animal derramándose todo el guiso sobre sus piernas.

Cándido se quedó impactado al ver aquel panorama, huyó adentrándose en los pinares, esperó y esperó a ver que ocurría, solo pudo oír una ambulancia que llegaba a toda velocidad, seguro a socorrer a Adela.

Como pudo, caminó con la intención de acercarse a la carretera volviendo a escuchar la ambulancia que venía de vuelta. Atolondrado y con visión doble por la caída, cruzó justo cuando esta pasaba a toda mecha, atropellándolo sin que se percataran los conductores de haber topado con ningún obstáculo.

Cándido quedó en la cuneta malherido después de haber impactado con un árbol donde había un gran panal de abejas, dejándolo como un colador.

Al fin despertó en el hospital después de dos días inconsciente. Milagrosamente estaba vivo y sintiéndose seguro, confiado. Cuando su visión entró en fase de totalidad pudo ver a su vecina Adela que le propinó tal bofetón que lo dejó otra vez, en no se sabe dónde.

(Tema: siete pecados capitales)

M.S. nº 13

Foto: E. Casanova

Autora: Amalia Morales Montalbán

Entre dos rocas de gran altura, la sangre de Martina gotea al compas de una musiquilla proveniente de una cajita de música. Su voz se apaga por momentos, intenta pedir socorro pero el aliento seco de su boca no le permite penetrar aquellas grandes paredes de piedra maciza. La angustia la invade, trasladándola a imágenes compartidas con sus seres queridos, recuerdos llenos de melancolía y a la vez de remordimiento, flases de su vida envueltos en situaciones conflictivas, siempre andando por el filo de la navaja. En esos momentos le acechaban secuencias rápidas y a la ves incoherentes con el afán de intentar comprender porque se encontraba en aquellas circunstancias.

La puerta de su casa sonó con contundencia, corío, abrió, sin encontrar a nadie, miró a su alrededor viendo un paquete en el suelo, con desconfianza lo abrió quedando sorprendida al ver en su interior una pequeña caja de música con un diseño exquisito que se convertiría en su talismán. En la parte inferior había unas iniciales inscritas, M.S. nº 13. Aquello la lleno de dudas e intriga__ ¿Seria Luis? Aquel chico le gustaba, poseía un halo misterioso y malvado a la ves reuniendo un coctel que a ella la envolvía de intriga y sensaciones nuevas.

En los días posteriores sus salidas fueron frecuentes, llenas de locuras, regresando a casa a altas horas de la madrugada. Borracheras, porros, pastillitas. Sus arrepentimientos del día siguiente la llenaban de vergüenza sintiéndose despreciable y confusa.

Sus amigos al igual que ella eran jóvenes rebeldes con estatus elevados, sus caprichos y extravagancias, los hizo verse involucrados en delitos, saliendo impunes, sus papás con la ayuda de abogados corruptos pagaban las fianzas, con la justificación que eran jóvenes e inmaduros. Aquella falta de responsabilidad los llevo a insatisfacciones, a dar un pasito más, llegando a practicar juegos en los que cada ves sus retos eran mas atrevidos y sofisticados.

Luis cabecilla de el grupo, les aportaba a los doce las ideas, llenándolos de intriga, en lo que no había cabida a ningún tipo de debilidad ni arrepentimiento. El juego fue planificado desde hacia un tiempo, sin permitir la posibilidad de que alguno diera marcha atrás, la cobardía y el miedo hacia Luis se convertía en un contrato de confidencialidad.

Su siguiente rol era ir a la montaña donde deberían encontrar un animal metido en una caja. Esta información es la que manejaba Martina, eligiendo esta vez un gato de una vecina. Supuestamente Luis era el encargado de esconder al pobre animal, teniendo que superar obstáculos hasta encontrarlo, dándole una muerte tormentosa y despiadada, con las consignas correspondientes adjudicadas a cada uno de los doce.

Partieron de madrugada, dejando atrás una noche de drogas. Sus pupilas dilatadas intentaban encontrar el frescor de un amanecer frío. Conforme se adentraban en la montaña su concentración era absoluta junto a un silencio sepulcral. El ganador de este reto sería considerado por los demás, adquiriendo protagonismo y liderazgo. Había mucho en juego.

Las piernas encajadas de Martina empezaban a dormirse, eliminando el dolor atroz que sentía, solo quedaba esperar y aunque un hilo de esperanza la sostenía, se desvanecía al llegar la noche quedando aquella gruta en una oscuridad absoluta. El miedo la acechaba sin piedad, su llanto entrecortado se diluía con una sangre espesa que se avivaba conforme lanzaban piedras desde arriba, quedando poco a poco sepultada.

En sus últimos momentos de vida, pudo comprender lo que aquellas iniciales querían decir, M.S. (Muerte segura) nº 13 ¡Era ella! la única chica del grupo.

En aquel lugar las flores crecieron inocentes, siguiendo su ciclo de vida. Los caminantes al pasar escuchaban una musiquilla sin poder distinguir de donde procedía, del cielo, o de la tierra.

(Tema: «Salieron trece excursionistas, solo volvieron doce», propuesta de Antonio Cobos)

Microrrelato: Desolación

En las calles desoladas, el lamento de niños y ancianos era el triste eco de una guerra sin sentido, donde la esperanza se desvanece con cada bomba que estalla.

El Angelillo Novato

Autora: Amalia Morales Montalbán

— ¡Hola, qué tal! Me presento, soy el nuevo Ángel encargado de transmitir a los humanos el Espíritu de la Navidad.

Todos lo ángeles se sonrieron.

— ¿Has vuelto ya? — preguntó el Arcángel Gabriel.

— Sí, he vuelto, me he marchado de la tierra porque hay muchas cosas que no entiendo.

— A ver… ¿Qué es lo que no entiendes? — contestó Gabriel.

— No puedo transmitir mi energía, no puedo… — agachando su luminosa cabecita— Si a los humanos se les concedió todo lo necesario, todo lo deseado, ¿por qué actúan así? He visto destrucción, mucha destrucción. Niños sin rumbo fijo, sus caritas desenfocadas reflejaban horror, tristeza, una desprotección absoluta, sus madres estaban muertas y sus cuerpos irreconocibles alimentaban a perros desesperados por el hambre. Unas luces se alzaban en el cielo y caían explotando edificios donde viven personas. Llantos, gritos, escenas de verdadero dolor. Volvió a bajar su luminosa cabecita. He visto mujeres obligadas a tapar sus lindos rostros junto a la población sometida a todo tipo de aberración sin respetar el amor que hay en sus corazones, y… muchas cosas más que no he entendido. Otras personas viven ausentes, solo les importa comprar y comprar muchas cosas que ya tienen. Hay gente que se enferma por exceso de comer y otros mueren de hambre. Arrojan al cielo sustancias venenosas para su salud, cortan árboles sagrados, muchos árboles. Hablan de cambio climático. ¡Provocado por ellos! Queman los bosques y maltratan a los animales.

Sus lágrimas cayeron por su rostro por primera vez, su luz se fue apagando conforme contaba tanta atrocidad.

Gabriel se acercó y lo abrazó, le pidió perdón por no haberle explicado lo importante que era en estas fechas para todos los seres que habitaban la tierra expandir una energía Universal donde sus corazones se llenan de esperanza, donde se hace un alto en todos los conflictos, donde los propósitos son más fuertes que el resto del año. Todos nosotros notamos esa vibración que envían con verdadero sentir, en estas fechas su intención es tan potente que nuestros espíritus se llenan de luz que mantiene nuestras esperanzas de que algún día todos comprendan el verdadero sentido de la vida.

— Tu misión es transmitir esta energía para que la reciban sus corazones, para los que sufren por dichos acontecimientos puedan sentirse mejor y protegidos.

Poco a poco su energía fue elevándose más y más y como un rayo volvió a la tierra para sembrar en cada rincón el amor que sentía.

Al fin comprendió su verdadera misión.

Fuego eterno

Autora: Amalia Morales Montalbán

El otoño arreciaba con fuerza, la oscuridad color ceniza no dejaba penetrar ni un rayito de sol. Rosa vivía en un pueblecito anexo al bonito Valle de Jerte en Navaconcejo. Un lugar con un hermosos paisaje donde se alza bellas cascadas que suministran agua abundante a la comarca. Los lugareños se quejaban ultimamente de una sequia inusual que duró varias temporadas.

Este otoño acontecía con fuertes lluvias incesantes que inundaban cultivos, casas. Los destrozos afectaron con inquietud las psiquis de trabajadores que se dejaban la piel por sacar adelante sus vidas y las de sus familias. Rosa tenia treinta años, ayudaba hasta la saciedad para combatir dichas catástrofes. Siempre dispuesta, resolutiva.

El tiempo no daba tregua, lloviendo cantidades de litros por metro cuadrado, minutos que se hacían eternos, una impotencia desmedida invadía sus cuerpos.

— ¡Corre, corre Rosa! — le alentaba un hombre que llevaba viviendo unos meses en el pueblo, integrándose en la comunidad. De origen inglés con un halo sofisticado, con actitudes exquisitas que encandiló a gran parte de los habitantes. Se hacia pasar por ingeniero en su país, presumiendo que se había tomado un tiempo sabático después de una dolorosa separación.

Corrieron para destapar desvíos que el agua caprichosamente tomaba desafiante en unos sentidos opuestos al cauce natural. Esta persona esperó su momento, ante la imposibilidad de barajar dichas avenidas se refugiaron en una casa cueva. La miró fijamente, dejando una perversa intención a flote. Rosa intentó correr pero sus piernas paralizadas por la confusión que sentía, la hizo tropezar cayendo en el barro, envuelta en lodo notó como tiraba de ella con fuerza. Sus manos se aferraban a un suelo deslizante fangoso. Nada pudo hacer. Su ropa fue arrancada con fuerza, creándole heridas sangrantes. La violó con una dureza extrema. Sus gritos se envolvieron con el ruido del agua, dejándola sin aliento hasta apagarse poco a poco de impotencia. Una piedra aplastó su cráneo, al igual que su voz, su sangre corrió por surcos mezclándose con aquella naturaleza enfurecida.

Pasaron dos semanas y nadie encontraba a Rosa. Buscaron incansablemente pero no había rastro de ella. Aquel ser de instintos perversos fingía su búsqueda dejando aquel acto impune. Perros rastreadores al fin encontraron a un kilometro de distancia su cuerpo destrozado, atribuyendo su muerte a ser arrastrada por una avenida de agua, encontrando en su autopsia multitud de golpes y arañazos que no pudieron dictaminar el verdadero motivo de su muerte.

Pasado un tiempo dicho sujeto, fijó su atención hacia otra chica, una chavala de dieciocho años, nativa del pueblo. La estrategia de aquel sinvergüenza rozaba una perfección maligna. Engañada subió a su coche, confiada por su inocencia, se dejo llevar, con la misma mirada, dejo ver la intención de lo que pretendía. Aquellos ojos grises reflejaron crueldad, transmitiendo el mas ruin de los sentimientos de un sicópata calculador carente de compasión. EL cuerpo de María se paralizó dejándose llevar por la barbarie planeada. Un acto que quedaba a la deriva sin esperanza.

Confiado por el shock en el que se encontraba la chica, el ego lo llevó a una recreación de poder alargando aquel acto indecoroso lleno de cobardía. María intentaba gritar pero su voz se apago, sus ojos fijos en un punto imploraban que acabara aquella angustia, aquellas punzadas en un corazón que se rompía por momentos.

— ¡Resiste! ¡Reacciona! — 0yó en su interior, una voz tenue que la animaba impulsándola a revelarse, haciéndola reaccionar.

Como pudo alcanzó una piedra punzante y le propinó un golpe certero. Por unos instantes el tiempo se detuvo. La mirada obscena se fue apagando junto a su respiración, una muerte segura, merecida. María durante tiempo quedó aturdida, desprovista de alegría. Sus noches se convirtieron en un miedo que la aterraba continuamente. La imagen de aquel hombre la llevaba a una desesperación provocándole ansiedad y confusión mental. El cansancio al fin la hizo caer en un sueño intenso, profundo. Caminaba por un bosque envuelto en niebla, sus pasos la llevaron hacia un hombre que gritaba con alaridos de desesperación. Repetía ¡Dejadme!¡Dejadme! Se acercó y vio cono unas chicas arrancaban el corazón de el hombre que la violo, el hombre que ella mató. Impactada por aquella escena vio como arrojaban su corazón al fuego eterno. Despertó gritando sobresaltada, su madre acudió, la abrazó con fuerza y seguridad. Al fin se sintió aliviada, confiada para intentar comenzar una nueva vida.

(En el texto deben aparecer las siguientes palabras: otoño, tiempo, rosa, esperanza y sinvergüenza)

Futuro

Autora: Amalia Morales Montalbán

Miré hacía el horizonte desde mi ventana. Mi vista quedó perpleja al observar la puesta de sol que emitía reflejos de colores dorados. Una luz mágica que hizo plasmar ante mí recuerdos de mi vida, flases que duraban segundos donde se presentaban escenas del pasado, de mi niñez. Bonitos recuerdos que me trasladaban a una ensoñación de experiencias vividas. Todo muy fugaz, preciso, de momentos importantes que acontecieron a lo largo de mi existencia.

Sentí que el universo me mostraba una consciencia que juzgaba mis actos pasados. No llegué a comprender por qué aquella belleza provocó dichos recuerdos donde hubo mariposas blancas y otras negras. Tantas experiencias vividas me hizo reflexionar en la posibilidad de haber podido cambiar decisiones de un pasado secreto. Considero e incluyo no solo lo vivido, también todos los pensamientos que acompañaron a esas experiencias causantes de una realidad creada en esos momentos. Pensamientos en ocasiones inexpertos llenos de falta de madurez y aprendizaje. Si ese viaje en el tiempo nos permitiera alterar una sola decisión, nuestro presente sería distinto, creando posiblemente un prejuicio a los que compartieron junto a nosotros, cambiando también el suyo. Así como una cadena de eslabones de cada momento de una creación causal, escrita por algo divino.

Mis pestañas al fin parpadearon intentando comprender y asimilar lo que aquella luz me mostraba. Las tonalidades iban cambiando conforme se acercaba más el atardecer. Los colores púrpura se mezclaban con un naranja fuerte que se resistía a desaparecer como mi pasado al que debería dejar ir y acoger lo que se impregnó en mí para siempre, dándome fuerza para afrontar el FUTURO. Se dice que no existe, pero sí está influenciado por nuestro aprendizaje, donde sí puedes controlar nuestros actos y donde puedes aflorar lo aprendido poniendo individualmente nuestro granito de arena dejando que fluya y respetando el tiempo que cada uno necesite. El resto lo dará el el río de la vida en lo que todos iremos arrastrados completando ciclos y experiencias.

Ahora sé que no cambiaría nada del pasado, para disfrutar del momento presente y de un futuro que dibujaría con grandes propósitos. Quité las hojas secas de tallos quebradizos por el viento. Mi sonrisa interna se expandió en agradecimiento por poder disfrutar con atención plena de ese momento mágico.

(Tema: el futuro)

Cínico maltrato

Autora: Amalia Morales Montalbán

Gerardo satisfecho pensó que había llegado la hora, contaría la verdad que había ocultado durante mucho tiempo; Al fin podría abrir la puerta de par en par dejando salir tanta mentira, tanto ocultismo que lo llevó a sentirse una persona indigna, carente de valentía, de poder experimentar la divina verdad que libera de las sombras atrapándote hasta convertirte en un ser apagado, sin principios.

Nunca aceptó su separación de su bella Marta, nunca asumió que los sentimientos de ella volaran hacía otros brazos, hacía otros labios. Su ego comenzó a mermarle destrozando sus valores, su respeto hacía algo sincero inevitable, de sentimientos que se convierten en amor en una atracción mágica que en ocasiones hace perder la cabeza y en otras en celos, codicia intentando exigir sentimientos inexistentes.

A Gerardo lo transformó, saliendo lo malo que llevaba escondido, camuflado por una apariencia creada, inventada a un impulso irrefrenable en él ya no importa nada.

—Señor comisario, nunca podré explicar con claridad que me llevó a cometer semejante barbaridad. Sí, señor, la aceché durante varios días dejándome llevar por una mente enferma, corrupta de un amor engañoso y egoísta. Le di un golpe con una barra de hierro… con fuerza como el odio que me cegaba en esos momentos. Su sangre salpicó mis entrañas impregnándose en mi remordimiento que llevaré de por vida. La enterré en un prado verde, muy verde lleno de pura grandeza que me ofrecía ese lugar, reclamando la ofrenda que mis brazos albergaban. La solté dejándola ir sin conciencia. Sus ojos abiertos aún con lágrimas se despidieron de mí para siempre. Borré todas las huellas y busqué una coartada que nunca demostraría que yo, el bonachón de mi pueblo, podría cometer semejante atrocidad. Desde aquel momento el regomello me invadió deseando fustigarme hasta quebrar mi corazón de agonía.

—¿Por qué has decidido confesar?

—Las noches se hicieron día, el día se hizo noche.

Rechinó con fuerza la puerta de barrotes de una celda pequeña, fría. Entró sin perder la sonrisa. Al fin pagaría una condena calculada, vacía de verdad. Allí se quedó sentado sin saber que era una persona cínica, sin reconocer que las lágrimas de su víctima caían por estar aún viva.

Se cerraron los barrotes y se cerró un acto indigno que se disiparía con el tiempo.

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Aforismo: «Si no miras a los ojos cuando hablas, es porque no hay verdad en ti.»

Segunda oportunidad

Autora: Amalia Morales Montará

Las gotas de sudor recorrían los surcos profundos de su rostro. Sus mejillas  incandescentes, relucían de un color brillante y a la vez apagado por la oscuridad que llamaba a su puerta. Sus respiraciones, a veces profundas y algo confusas, anunciaban que su mente corría por lugares de lo desconocido. Su agonía la trasladaba con fuerza a un túnel de luz intensa, junto a voces que la llamaban una y otra vez. Josefa se resistía luchando por no perder esta vida, en la que dejó muchas vivencias incumplidas.

A sus ochenta y dos años seguía sintiéndose joven, su cuerpo aún estando enfermo y desgastado por el paso del tiempo, seguía implorando una segunda oportunidad. Solo amó a un solo hombre, pero una enfermedad terrible se lo llevó, dejando muchas palabras de amor en el aire. Sus sueños se agolpaban en esos últimos momentos con infinidad de recuerdos.

En su poca lucidez del momento se preguntaba, ¿por qué ahora, por qué?  Su mente se fue apagando junto a sus párpados cansados, dejándose llevar, hasta entrar en un sueño profundo que nunca antes había experimentado.  Al fin su cuerpo dejó dejó de doler. Al fin su miedo se disipó quedando sus recuerdos en el olvido.   

 Su alma, su espíritu se fueron alejando de su cuerpo. Voló y voló por lugares desconocidos. Las estrellas se cruzaban en su camino dejando largas estelas brillantes de hermosos colores.

Algo la detuvo. Miró a su alrededor quedando su «ser» impactado al verse en un campo lleno de flores de preciosas flores. Caminó, corrió enloquecida tras aquella fragancia, hasta encontrar un lago donde se reflejaban frondosos helechos que colgaban de hilos de seda, como algo inusual pero a la vez perfecto  por la belleza que impregnaba. Se miró  tímidamente en aquella agua cristalina quedando su rostro reflejado como sí de un espejo  se tratara. Su piel era tersa y suave como terciopelo. Sus cabellos eran de color miel. Sus  pechos firmes dejaban un matiz de plena juventud. Se miró y miró observándose, sin  comprender nada. Pensó que despertaría de aquel bello sueño y como un acto reflejo sus  manos taparon su cara. Un susurro al oído la hizo reaccionar.

—Soy yo —Sus manos resbalaron sin fuerzas, aquella voz le era conocida.                                   

Frente a ella estaba un joven.

— Mírame a los ojos mi amor, soy yo.

Aturdida, se acercó, y sus mirada se entrelazaron volviendo a sus recuerdos de juventud  donde un día de verano se juraron amor eterno.

—¡Josefa, Josefa!

Intentaron reanimarla pero… no estaba allí, partió para encontrar su segunda oportunidad.

Chiquitilla del alma

Autora: Amalia Morales Montalbán

Mi chiquitilla de piel morena, mi chiquitilla del alma

Ojos de miel de castaño,

mirada de pura inocencia

En ella yo me pierdo,

de el más puro sentimiento

Y nuestras risas,

inundan el universo mas travieso

Nuestros juegos imploran,

hasta el sueño eterno

Porque seré tu guardiana,

así me iré algún día aliviada

Mi chiquitilla de pelo ondulado, mi chiquitilla del alma

Aunque mis huesos algún día duelan,

te alzaré con fuerza y con ganas

Cerca de ti quiero estar,

contando cuentos y rozando nuestros cuerpos

Porque tus abrazos estrujados,

disipan nuestros miedos

En ello va lo que quiero que aprendas

Mi enseñanza desde mi experiencia,

abrirá tus riendas

Mi chiquitilla de bondad infinita, mi chiquitilla del alma

Tus preguntas son luces que se encienden y a mí me sorprenden

Con tacto te respondo,

para que en ti transciende

Doy lo mejor de mí,

para que lo acojas y se que lo entiende

Adios abuela hasta mañana, adiós chiquitilla del alma.

                                   

Objeto inanimado

Autora: Amalia Morales Montalbán

Desde hace mucho nos observa,
mira hacia izquierda y hacia derecha,
es un espía controlador.

Muchos secretos tiene,
pero solo con la simpleza le basta,
lleno de colorido y mordaza.

Aunque sus ojos todos lo ven,
su boca grande
nunca habló ni se expresó.

Solo con observar le basta
sé lo que piensa, lo que quiere,
sus ojos lo delatan.

Hacia la izquierda, hacia la derecha,
cuando colgado estuvo
su risa solo yo la pude oír.

Y sus ojos como el péndulo de un reloj,
repitiéndose una y otra vez
Me transmiten que no se quedará en el desván.

Su impaciencia es inagotable,
me agrietaré hasta desvanecer,
Sus serpentinas desharé.

No me mires así, ni me amenaces más,
que siempre sentí miedo de tu despertar
y ojos rojos pondrás.

Quiero que me prometas que quedarás,
paralizado y soñador,
soltando el arte que el artista plasmó.

Bonito marco te pondré y
buena capa de barniz
para que luzcas sin fin

Ya casi ochenta años tienes,
tu belleza y ocultismo siguen en pie
¿quién utilizó las máscaras?

Quién se sació de diversión,
Y quedó atrapado en él,
¿será el espíritu del carnaval?
O un amor que nunca salió a la luz,
camuflado quedó,
y detrás de una máscara se ocultó.

Será el pintor que lo pintó
que quiso dar tanto de él
que hasta vida le dio.

Ya luces como tú querías,
un foco te alumbra para resplandecer,
pero tus ojos siguen de izquierda a derecha,
de derecha a izquierda.


Mi portón verde

Autora: Amalia Morales Montalbán

Se alza ante mí un portón de color verde, miro hacia arriba y mi corazón empieza a palpitar fuerte… son las llamadas a lo sutil, de lo fantástico. Mis hermanas se aproximan desde el final de la calle empedrada, llena de encanto. Las miro con cara de entusiasmo, de esta manera les meto prisa; Mi impaciencia se hace notar dando saltos intentando alcanzar la aldaba de hierro macizo.

Al fin se abre la apreciada puerta, entro despavorida para abrazar a mis abuelos y este cariño se convierte en unas lagrimillas de alegría. En seguida sacan la miel pura de mil flores y sin mediar palabra nos dan una cucharada a cada una.

Para mí todo era perfecto, mi confianza en ellos era absoluta.

— ¡Corred, corred! — Animo a mis hermanas para subir a una terraza que había justo en frente de la Alhambra.

Los recuerdos de aquellas imágenes quedaron plasmados en mi retina para siempre.

El resplandor del sol en la nieve de Sierra Nevada le daban reflejos de muchos colores. Su envoltura verde hacia plasmarle un vestido de princesa en donde posaban pájaros con bellos cánticos.

Esta estampa se iba atenuando conforme pasaba el día, dejando nuestros juegos allí, entrelazados con el anochecer, en un entorno misterioso que volvía a despertar al encenderse las luces, creando sombras de monstruos que representaban la historia de un pasado oscuro. Nos avisaba de que era hora de transcender al mundo de los sueños donde influía nuestra herencia, nuestros genes.

Durante años estuvimos compartiendo muchos fines de semana. Aunque por entonces parecía normal, no dejo de sonreír al recordar, desde mi madurez, ciertas anécdotas

— Francisco, esta niña tiene mal color de cara — enseguida mi abuelo se ponía manos a la obra. Un vaso de vino blanco, un huevo crudo y una cucharada de azúcar.

— ¡Bébetelo! — Con la nariz tapada, el llamado ponche reconstituyente hacía su efecto, sintiendo unas calorías especiales. ¡Y sí! Hacia efecto.

— ¡Francisco, ya ha recobrado la niña el color!

Cada vez que vienen estos recuerdos a mi mente, siento mucha ternura, su buena intención era indudable.

— Abuelo, ¿Qué haces?

Me miró sonriendo, me explicaba que leía un libro de Gustavo Adolfo Bécquer. Lo que él sentía con aquella lectura, adentrándose en un mundo de versos y leyendas. Mis oídos escuchaban embelesados, mientras mi abuela, sin decir nada, se apoyaba en el marco de la puerta. En esos instantes no existía ni espacio, ni tiempo, porque se impregnaron en mí.

Todas estas sensaciones en esta época hicieron que se completara un ciclo en mi vida, subiendo un escalón a una transformación, a un mundo que se posaba ante mí para empezar a descubrir nuevas experiencias.

Ahora miro hacia el cielo y les doy gracias por haber pertenecido a mi vida.