Frente al mar Tirreno

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Autora: Elena Casanova Dengra

Como les ocurre a casi todos los pobres de este planeta, los desgraciados de los que voy a hablar no andaban con demasiada suerte, ni en el momento de esta historia ni en los años anteriores. Ancianos, la mayoría, debían abandonar sus hogares de toda la vida porque a un puñado de inversores les brillaban los ojos de codicia cada vez que oteaban  los terrenos en los que se hallaban ubicadas sus viviendas. Se trataba de un conjunto de modestas casas  sobre una colina  frente al mar Tirreno, rodeadas de  olivos, acacias y el canto de las cigarras en verano, ofreciendo un singular y extraordinario espectáculo.

Y como el poder no tiene ni moral ni fronteras, se realizaron todos los malabarismos necesarios en asuntos judiciales y municipales para poder expulsar a toda esta gente y reubicarla en colmenas de pisos mal iluminados, con habitaciones microscópicas, de calles estrechas y muy ruidosas. No se resignaron y pelearon con las únicas armas que disponían a su alcance. Patearon las calles, pitaron, pararon el tráfico, se encadenaron a edificios públicos e hicieron todo el ruido del que fueron capaces. Solo un par de periódicos comarcales y un canal de televisión les prestaron algo de atención, pero pronto se quedarían solos en su lucha. No les quedó otra que sucumbir a la fuerza de los poderosos.

Una tarde grisácea de otoño, en la que el mar ondulaba con una calma reprimida, estos desterrados sin culpa vaciaron sus pertenencias, su vida y el poco orgullo que les quedaba. Se marcharon sin mirar atrás, sin derramar una sola lágrima y frunciendo el corazón hasta límites insospechados.

Cuando todo se quedó en el más absoluto silencio y las puertas definitivamente cerradas, las nubes se compactaron, el cielo se oscureció, un viento huracanado agitó las hojas de los árboles y cayeron las primeras gotas. En un principio la lluvia comenzó a caer de forma suave, pero poco a poco la intensidad fue en aumento. El  mar se embraveció con una rabia y una fuerza insólitas, no eran olas las que se mecían en la superficie sino enormes promontorios de agua que azotaban la orilla y parte de la loma con una brusquedad inusual. La potencia del agua, tanto la del mar como la del cielo, fue cincelando poco a poco aquella colina hasta que la tierra no aguantó más, cayendo pesadamente y a una velocidad endiablada sobre la playa arrastrando árboles, pedruscos, casas y todo lo que iba encontrando en su camino.

Al día siguiente, cuando la quietud mostró un paisaje distinto, se podía leer en grandes titulares de los principales periódicos nacionales y extranjeros lo siguiente: “Las autoridades han salvado de una muerte segura a medio centenar de vecinos de un bello pueblo italiano. Un deslave de gran magnitud producido por la lluvia ha arrasado en unas horas gran parte de una colina frente al mar Tirreno donde se ubicaban los hogares de estos supervivientes”.

Aforismos

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Autora: Elena Casanova Dengra

La fe ha movido tantas montañas que ha enterrado demasiados muertos. 

Lo dijo Einstein: “El tiempo es curvo”,  así que dentro de muchos años nos volveremos a ver en este preciso instante.

La vida es corta y  cada uno la estira como puede

Si dejas de querer, no te sientas culpable; el vacío que pueda quedar, volverá a llenarse.

La curiosidad es la alumna aventajada de la clase y la indiferencia la que no tiene prisa por entrar.