Lucy

Autora: Mercedes Prieto Jaén

Conocí a Lucy cuando me acababa de quedar viudo. Era de abundante pelo negro, ojos verdes, cuerpo grácil, movimientos ágiles y elegantes y muy silenciosa. Su nombre me encantó porque me recordaba a la canción de los Beatles Lucy in the Sky With Diamonds. Una de sus pequeñas manías era que siempre se estaba limando las uñas, algo que me llamaba mucho la atención, ya que mi difunta Mercedes apenas se las cuidaba.

Tuve que cambiar mis hábitos, porque durante mis años de matrimonio cuando nos despertábamos mi mujer o yo, el primero que llegaba a la cocina ponía el café y recogía los cacharros sucios de la cena, en cambio ahora Lucy siempre me solicitaba que le preparara el desayuno, el almuerzo y la cena. No me importaba: era tan feliz a su lado. Cuando estaba en casa ella siempre me acompañaba de una habitación a otra y si me sentaba en mi sillón favorito a leer, ella se sentaba en mi regazo y me pedía caricias continuamente. Parecía tener un sexto sentido para detectar si yo había tenido un día bueno, malo o regular; sobre todo parecía anticiparse a mi tristeza. A pesar de haber empezado a convivir con Lucy, no dejaba de echar de menos a Mercedes.

Cuando llegaba la noche se metía conmigo en la cama, acurrucaba su cuerpo al mío y yo al sentir su lengua por mi cara y su calor, caía en un sopor profundo hasta el día siguiente.

Hasta que pasado un tiempo empecé a sufrir estornudos, dolor de garganta, ojos llorosos, congestión nasal y erupciones en la cara. El médico empezó a tratarme como si fuera un gran resfriado, pero una vez transcurrido una temporada de varios meses no mejoré. No me quedó más remedio que someterme a un test de alergia.

El resultado fue un gran mazazo: era alérgico a los gatos.

Una gran amiga

Autora: Rafaela Castro Lucena

Mi nombre es María. soy una mujer ama de casa, como existen tantas en nuestro país. No porque no trabaje en la calle estoy más descansada pures somos siete de familia. Nos juntamos un buen equipo.

Tengo una amiga que siempre está conmigo en casa que me ayuda muchísimo. Yo siempre de digo: «Qué haría yo sin ti», a lo que ella contesta «¡Tú sí que me ayudas a mí, ya que haces que me sienta útil, tanto cuando era más joven, como ahora que soy más mayor!»

Hoy por hoy somos dos amigas inseparables. Hasta ahora no he pronunciado tu nombre mi querida lavadora. Si yo pudiera, te haría un monumento.

Sin ti no soy nada.

No sé si soy lo que soy

Autor: Antonio Cobos Ruz

Tengo conciencia de que existo, aunque no posea órganos que expresen lo que pienso. No soy un ser vivo, si se considera que los seres vivos nacen, se reproducen y mueren. No soy consciente de haber tenido un nacimiento, ni sé reproducirme, ni puedo imaginar mi imagen, si es que acaso tuviera un aspecto definido. Sobre la muerte, no sé si siempre he estado muerta. Solo sé, sin saber ni cómo ni por qué, que unas palabras reverberan sin descanso en los ámbitos de mi consistencia existencial: ‘Polvo eres y en polvo te convertirás’.

No intentes comprenderme. Yo misma, no sé si soy lo que pienso. Desconozco si fue la sangre de los hombres o la evolución azarosa de un proceso inmemorial lo que me hizo tomar conciencia de mi misma. Soy una pieza esencial de ese calabozo pétreo en el que a veces penetras, sin que sepas si habrá un regreso o un hundimiento total. Soy la piedra angular de un arco de entrada a la mazmorra oscura y tenebrosa de tu vida, ese pozo oscuro que vislumbras en tus sueños y en el que rebuscas con ansiedad alguna luz opaca que te conduzca al exterior. He sido testigo imperturbable de algunos como tú, que nunca regresaron y cuyos gritos estridentes y silencios perpetuos nunca me afectaron. Me ha salpicado la sangre de un trasiego innumerable de personas sin retorno.

Soy dura, no tengo sentimientos, no me afectan los roces afectivos, ni los golpes, soy empleada como arma arrojadiza y en multitud de ocasiones he sido utilizada como golpe mortal. Soy capaz de estar inmóvil durante siglos o milenios, para ser removida de repente y convertirme en el cobijo de un nido de vida… o de muerte.

Soy fría, pero el sol me calienta con sus rayos, y soy capaz de transmitir el calor acumulado en mi conciencia hasta encontrarme de nuevo vacía de tibieza. La frialdad me hace sentirme preparada para otro día más de ser o de no ser, con la duda de si soy lo que pienso.

No sé si tengo algún futuro o si eres tú, confidente accidental, quien careces de él. No quiero convencerte de nada. Sólo quiero avisarte, prevenirte. Sin conocer del todo cómo he podido comunicarme contigo, sí sé que puedo transmitirte sensaciones. Posiblemente, tú o yo, o los dos, seamos un azar más en un proceso de futuro impredecible. Quizás, -es muy probable-, en una playa, en una sierra, en el lindero de un campo o en el borde de un camino, volvamos a encontrarnos. Sólo soy una piedra.

Una relación amor odio

Autora: Rosa María Moreno

Cada vez que te veía con otras mujeres, confieso que sentía envidia. Pero mis convicciones éticas y estéticas no me permitían devaneos con extraños ¡Menuda deshonra! Hasta que un día, traicionando mis principios, decidí probarte. Y la verdad, la experiencia fue un fracaso. Siempre se ha dicho que la primera vez puede resultar un fiasco y sinceramente, no me sentí nada cómoda contigo. No me permitías dar un paso con libertad, en invierno eras gélido como el hielo, en cambio en verano me hacías sudar como un pollo. Así pues entendí, que tú y yo no teníamos nada que hacer.

Pero pasaron los años, y sentía una mezcla de envidia y celos cuando te veía contonearte con jóvenes, maduros/as, viejos/as que tú no le haces ascos a nadie ¡Eres un promiscuo redomado! Caí de nuevo en tus garras y decidí probar suerte de nuevo.

Fue en un viaje a Chamonix . Me acompañabas como una alternativa o plan B para patear pintorescas ciudades alpinas en horas de ocio y descanso, ya sabes que las jornadas matinales se las dedicaba íntegramente a la montaña. Mochila, botas y bastón, eran mis acompañantes habituales. Descubrí entonces que te habías vuelto más suave y flexible conmigo, aunque seguías siendo un sátiro. Siempre escudriñando entre mis nalgas y aplastando mis posaderas, transitando por las calles de mis barrios bajos. Si con esfuerzo consigo adaptarme a ti, haces que me sienta embutida como una morcilla y cuando por fin me libero de tus garras, soy como alas de mariposa.

Pero a pesar de todo, te he tomado cariño. La verdad es que algunas veces te expongo a ciertos ambientes que pueden resultar nocivos para ti, como la cocina o superficies ásperas y polvorientas como los bancos de un parque infantil o los sucios peldaños de un monumento histórico ¡Lo siento, la vida es dura!

Pero es que tú eres imprevisible. Ahora te ha dado por cambiar de look, tan pronto apareces roto y deshilachado dejando al aire mis vergüenzas, como cubierto de abalorios y perlitas como un árbol de Navidad. Por mucho que me vaciles ¡No me llegas ni a la cintura! La verdad, no sé cómo te aguanto ¡Ya ves! Lo nuestro es una relación de amor-odio en toda regla. Aunque ahora que lo pienso, esta turbulenta historia,se parece muchísimo a Las 50 sombras de Levi´s. Pues ¿Sabes que te digo vaquero? Que me da igual que te llames Levis, Lois, Pepe Jeans o Tommy Hilfiger, porque yo no pienso pagar más de 30 o 40 euros por ti.

¡Ah! Y me olvidaba decirte que el efecto Push-Up se lo harás a las jovencitas, porque yo no he notado Nada Up.