El pecado

Vanitas con su espejo de Tiziano

Autora: Carmela Gutiérrez

A Marina no le gusta el pecado, ni la culpa, ni el arrepentimiento, ni la penitencia.

Ella habla de errores que hay que superar y ayudan al crecimiento personal.

A veces el dolor va implícito en el error, es un proceso natural no algo impuesto por terceros.

Reflexiona por ejemplo sobre la gula y lo ve como una historia de superación, una reflexión acerca de la salud.

La soberbia, la envidia, son actitudes negativas en las que procura no caer.

También reflexiona sobre el deseo y pone el límite en el daño que pueda ocasionar a otras personas o a la madre naturaleza.

Reflexionar sobre eso que nos daña a nosotros o a otros seres o al mundo que nos rodea, piensa que le hace persona. Y no lo hace por temor a la ira de ningún dios sino por respeto a sí misma y a los demás.

(Tema: Pecados capitales)

Sin título

La confesión de Giuseppe Molteni

Autora: Encarni Sánchez Iglesias

En los años sesenta del siglo XX la educación implantada en los colegios era muy estricta  en temas pecaminosos, sobre todo en los centros religiosos. Escuchar hablar del pecado y sus términos era una asiduidad diaria, que no influía a que el mundo fuera mejor. Había que tener mucho cuidado con no pecar , las pecadoras no entraban en el reino de los Cielos, la mayoría de las niñas vivía sugestionadas por no saber bien si estaban pecando, ya que si lucían las piernas por encima de la rodilla estaban cometiendo un pecado virginal. Los pecados se podían cometer de pensamiento , palabra, obra y omisión sin ser consciente de ello. Los más graves eran los pecados capitales, les seguían el virginal y el venial. Los capitales eran siete , y dentro de este grupo uno de ellos es la Gula, comer mucho era pecado en aquella época . María que tenía algunos kilos de más, por su metabolismo o porque disfrutaba comiendo en tiempos en que los alimentos no abundaban, era una pecadora, a pesar de ser buena compañera y tener buen comportamientos. Era obvio que vivía condenada. Y Lucifer la esperaba con el tridente. Su adolescencia no podía desarrollarse como la de las demás niñas, vivía un purgatorio marcado por su sobrepeso. Se mofaba de ella por ser obesa. El trato que recibía no era igual al de sus compañeras. El profesorado se reía al oír que la insultaban, llamándole bola con burla a su aspecto físico en clase o en los pasillos. Cada cierto tiempo había que confesarse para poder seguir comulgando todos los domingos y fiestas de guardar. El sacerdote al que había que decir los pecados cometidos era un hombre gordo al que había que besar la mano en los encuentros de paso con él. En una ocasión, un feligrés estaba cogiendo una remolacha en una finca propiedad del llamado padre , el adolescente al ver al sacerdote fue a besarle la mano, con la sorpresa de verse a dos palmos del suelo alzado por las orejas, con la firme amenaza de que no volviera a verle más por su propiedad. Este cura disimulaba muy bien su voluminosa figura bajo la sotana, por su aspecto y lentitud al andar diríase que tenía bastantes kilos de más, probablemente estaba pecando de gula. Tocaba confesarse con él. El alumnado fue reunido para hacer examen de conciencia, dolor de corazón y propósito de la enmienda. La religiosa encargada de este acto se acercó a María para hablarle sobre lo importante de ir bien confesada al sacramento de la comunión y cumplir con la penitencia impuesta. Lo que hablaron nunca se supo, lo que sí se supo fue la expulsión de María del colegio por pecadora y falta el respeto al padre confesor. Nunca más se supo de ella.

(Tema: Pecados capitales)